Una película te puede transmitir alegría, tristeza, miedo o cualquier sentimiento que busque el director

El cine sirve para entretener y para transmitir, muchas veces nos apetece ver una película sin pensar cuál es el trasfondo de la obra, pero en otros casos, más nos valdría prestar verdadera atención a con qué finalidad se ha hecho esa obra.

Por ejemplo, tenemos casos de grandes películas como ‘El Club de la Lucha’, ‘Saw’, ‘Vencedores o vencidos’, ‘Shutter Island’, ‘El Manantial’ o ‘Big Fish’ que nos pretenden transmitir un mensaje que, sin duda alguna, nos costará más de un visionado entender. Muchas de ellas incluso beben de ciertas fuentes filosóficas o son una readaptación, como es una de las posibles lecturas de ‘Matrix’, que no deja de ser el mito de la caverna de Platón.

En otras ocasiones tenemos películas que, pese a no explorar un lado excesivamente profundo, nos pierden en un argumento tan intrincado, original e interesante, que no podemos más que verlas una y otra vez, como puede ser el caso de ‘Memento’ o ‘Misión Imposible’.

Por supuesto, existe una tercera vertiente, y son películas más sencillas por el simple gusto de desahogarnos o por encontrar en ellas la motivación y el apoyo que a veces nos puede faltar. Cuando ves ‘Rocky’ no puedes evitar sentir cierta energía que te incita a seguir luchando. Puede que, al salir del cine, notes la vitalidad de los superhéroes y hayas conseguido desconectar del mundo durante un rato.

En definitiva, el cine puede ser un acto tanto cultivador como relajante, puede cargarte las pilas y enseñarte algo de filosofía o puede hacerte pasar un buen rato, cambiar de aires y echar unas risas. En cualquiera de los casos, siempre hay una película que puede darte lo que necesitas. Porque, ante todo, el cine es arte y el arte existe para servir a nuestras necesidades más básicas y emocionales.